Gracias Ana

Ana lo merece.

Porque hay pacientes y PACIENTES.

Y Ana era una PACIENTE.

Ella se merece una despedida, un homenaje, un agradecimiento.

Para mi Ana ha sido una persona muy especial. Nada más conocerla ya me parecía que la conocía de toda la vida. Nos invadió una confianza y una complicidad que duró todo el tiempo que estuvimos juntas, y que siempre me parecerá demasiado poco, porque siempre pensaré que ella me dio mucho más que yo a ella.

Ana era de esas personas que por ahí pasan desapercibidas, que si por la calle reparas en ella es porque va en una silla de ruedas y la miras. Una señora agradable a la vista y de lo más normal. Una ciudadana que no hace ruido, que vive según sus principios y que ni se vanagloria ni se acompleja de ellos. Sencillamente son los suyos.

Ana era sencilla, humana, natural, alegre, agradecida, generosa, muy sufrida, muy madre y muy abuela. Y con un don para escuchar. Escuchar a su cuerpo, a mis manos «hablando» con él, escuchar las necesidades de todos sus cercanos, entre los cuales me incluyo… una mujer muy presente, muy calmada y en paz, valores deseados en esta sociedad vertiginosa. Ana para mi ha sido un bálsamo, una claridad mental. Con ella sentía que estaba haciendo lo correcto, me daba esa confianza. Creía en mi. Estar con ella era muy agradable. Era de esas personas que tienen la buena energía y te la regalan cada día.

He de darte las gracias por estos años, Ana. Por aprender de ti tanto, sin quererme enseñar. Gracias porque todo lo que he aprendido contigo ya forma parte de mi, y me ha hecho crecer como persona. Es un gran regalo. Gracias.

Te dedico estas calas de agua, mis flores favoritas, las que te comenté que habían crecido en mi jardín como por arte de magia. Son para ti.

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