¿Crees en la neuroplasticidad?
«Yo sí creo». Son palabras de Florence Kraus- Irsigler, Instructora Bobath austríaca que el mes pasado nos enriqueció con sus conocimientos en un Curso de fin de semana dedicado al Grupo IBE (Instructores Bobath España).
El Curso se titulaba «La rehabilitación de personas con trastornos neuropsicológicos: ¿Por qué los pacientes no hacen lo que queremos?». Florence es compañera nuestra de hace muchos años. Es Tutora Bobath Senior, y viene por España con frecuencia por que le
gusta nuestro país, se defiende muy bien con el castellano y tiene buenos contactos profesionales que la reclaman de vez en cuando.
Y me gustó especialmente. Quedé encantada con el encuentro en Madrid de todos nosotros, unidos en torno a una formación.
Y me encantó cómo lo enfocó Florence. Me hizo reflexionar mucho acerca de cómo percibo yo los problemas neuropsicológicos de mis pacientes.
Cada vez que empiezo con un caso nuevo, observo todos los impedimentos que podrían entorpecer la evolución positiva del individuo, y en algunos casos, me encuentro con varios problemas que yo identifico como neuropsicológicos, que no puedo ponerles nombres más concretamente, que me desorientan un poco, y que me hacen pedir ayuda al poco tiempo de comenzar el tratamiento.
En primer lugar, este curso con Florence me ha ayudado a ver que las funciones asociativas de la corteza cerebral ocupan ni más ni menos que un 80% del total de la actividad cortical, y las funciones primarias el 20% restante. Además, sabemos que en la gran parte de la información de la corteza primaria cruza al otro hemisferio, no siendo así en el caso de las áreas asociativas, que, además de ser superiores en cuanto a evolución, no son dobles.
Explicando esto más prácticamente, entiendo que la mayoría de nuestros pacientes con afectación vascular de territorios cerebrales (infartos, hemorragias, traumatismos…) tienen algún área asociativa afectada directamente, con lo que es realmente fácil encontrarnos con problemas añadidos a los exclusivamente sensorio-motores, con los que nos sentimos tan familiarizados.
Así pues, un gran cambio de enfoque aparece en mi cabeza gracias a este curso. Empiezo a ver a mis pacientes como candidatos a sufrir en silencio cualquier tipo de alteración en su percepción y cognición, aunque a primera vista no lo detecte. Gran cambio.
Otro buen aprendizaje que me llevo. El paciente es el que es.
No he de verlo como una persona «adjunta» a un problema que no controlo, y que necesito que alguien trate por mi para poder avanzar. Gran error. He de verlo con la posibilidad de entender lo que le pasa, y trabajar sobre ello simultáneamente a mi terapia.
Podemos encontrarnos con llantos fáciles, risas descontroladas, pasividad, excesiva felicidad, desconocimiento del problema, frustración, baja autoestima, elevada exigencia, excusas múltiples…. y un sinfín de signos, algunos enmascarados y difíciles de sacar a la luz, y que nos ayudan a conocer mejor al paciente, sin juzgarlo ni malinterpretarlo («es que no le da la gana trabajar», «me está tomando el pelo», «está siempre enfadado»…).
Me gustaría compartir algunas frases de Florence, que me parece que dan pie a la reflexión:
- Reconocer y observar las señales de los pacientes e interpretarlas con el corazón.
- Nosotros no tenemos que proteger al paciente del diagnóstico. El diagnóstico en sí mismo ya le protege.
- Si te está molestando un automatismo, intégralo, tómalo en cuenta en la terapia, en vez de repetirle en vano que lo inhiba.
- ¿Crees en la neuroplasticidad?. Yo sí. Por eso trabajo.
«Si el cerebro fuese tan sencillo que pudiéramos entenderlo, seríamos tan simples que no podríamos hacerlo»
Emerson Pugh