Cuenta mucho lo que los pacientes cuentan

Trabajamos para ellos. Nos hemos formado para tratarlos. Se ponen literalmente en nuestras manos. Se puede hablar de un buen binomio: ellos nos necesitan, y nosotros no haríamos nada sin ellos. Así es nuestra relación con los pacientes, o clientes, como parece que últimamente les gusta decir a algunos.

Yo deseo compartir con el mundo esta necesidad que siento, y que me acompaña por más tiempo que pase. Se trata de la necesidad de escuchar y de «traducir», en términos que me convenzan, lo que escucho.

Sigo alucinando con lo que me cuentan los pacientes acerca de su evolución, de lo que sienten, de cómo se mueven, de cómo experimentan su cuerpo… porque saben tanto de todo ello que, si somos capaces de interpretarlo, nos están dando las claves para tratarlos del modo en que lo necesitan en cada momento.

Hay veces que me dicen que han notado que dan una zancada más larga que antes, y les cuesta por tanto menos tiempo llegar a los sitios caminando. Si eso me lo cuentan sin preguntarles nada, para mi tiene más valor, ya que es algo que espontáneamente han decidido comentar, por lo relevante para ellos. Y si encima yo al escucharlo me lo «encuentro» como una sorpresa inesperada, mejor que mejor, porque aprendo con ello.

Otras veces me cuentan que ya al fin han podido levantarse por la noche ellos solos para ir al baño sin tener que llamar a nadie, cuando eso era desde el principio un objetivo a conseguir. Y, de repente, se alinean todas las teclas que el Sistema Nervioso ha de tocar para lograrlo. Ni antes ni después. Cuando toca sale.

Me he encontrado también con el testimonio de «sentí que caminaba como antes«. Si escuchar eso es muy grande, no quiero ni pensar lo que debe ser sentirlo… Y hay que traducir esto en nuestro idioma, es decir, analizar qué ha tenido que ocurrir para que alguien diga eso. En este caso, lo que sucedió fue que de repente dejó de pensar en cómo tenía que andar para hacerlo de manera natural, y eso le dio una sensación de normalidad que la vivió gratamente y con familiaridad. Pero, de nuevo, eso «vino» cuando las piezas estaban preparadas para poderlo hacer. Por mucho que queramos adelantarlo no podemos. Cuando el sistema decide que se puede, se lanza.

Hay algo que me encanta de todos los testimonios (los expuestos y tantos otros). Es que suceden fuera de nuestro sitio de trabajo, en sus vidas cotidianas, cuando el paciente se expone a una actividad en concreto en la que desee embarcarse. Y para mi ése es el verdadero sentido de la terapia, por lo que trabajamos.

Y hay otra cosa que también me gusta mucho. Es el sorprenderme de cuáles son y cuándo acontecen esos cambios, que casi nunca espero de ese modo y en ese momento. El Sistema Nervioso es así de caprichoso, no responde del modo en el que queremos o en el momento en el que nos gustaría. Pero responde. Y no nos lo podemos perder. Porque en esa respuesta puede encontrarse la base de las siguientes. Así que no se trata de escuchar, alegrarnos y compartir el momento, solamente. Se trata de entender qué ha podido pasar allí donde no vemos, donde se conecta el engranaje… ése es el meollo de la cuestión…

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