El Camino

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Cuando, este verano, iba caminando por el Camino de Santiago con mi palo y mi mochila, no podía dejar de hacer comparaciones con el largo y tortuoso camino que recorren nuestros pacientes desde que son etiquetados como tales.

Ellos empiezan su andadura como pacientes el día en el que sufren su accidente, enfermedad, ataque, traumatismo… al igual que los miles de peregrinos que cada año inician su peregrinaje. Pero he aquí una profunda diferencia: los peregrinos se preparan, saben el montante de kilómetros a recorrer, se han estudiado, organizado y planificado el viaje previamente. Nuestros pacientes no. Desconocen todo lo relativo a lo que les está pasando, lo que les va a pasar, y hasta dónde y en qué dirección tienen que caminar. Todo un mundo nuevo por entender y recorrer.

Pero, al igual que existen diferencias lógicas, he encontrado muchas similitudes entre los caminantes compostelanos y nuestros incansables pacientes.

Y ahí van algunas:

– Cada uno lleva su propio ritmo, el que le resulta más cómodo en cada momento, porque ese ritmo varía en función del día que lleves, del humor que tengas, de la etapa en la que te encuentres.

– Te das cuenta de que no estás solo, que hay un montón de gente como tú, haciendo lo mismo que tú. Y eso conlleva a dos lecturas: por una parte, no eres el más desgraciado del mundo (mal de muchos…), y, por otra, tampoco eres ningún héroe. Ambas lecturas te colocan en el sitio que corresponde, si consigues encontrar la línea media.

– Si te paras, tiras la toalla, no quieres seguir… nadie va a continuar por ti, aunque muchos que nos quieren lo harían gustosos, seguro. Lo que sí vas a obtener es mensajes de ánimo, de aliento para seguir, ayuda toda la que necesites… pero nadie puede hacer el camino por ti. Donde te pares, te quedas. Es decisión propia.

– Por dura que sea la jornada, sabes con seguridad que llegará la noche y serás capaz de reponer todas las piezas que se hayan deteriorado en el camino, sean del cuerpo, de la mente, del espíritu, del ser… porque confías en la gran capacidad humana y te entregas a ella.

– El esfuerzo es parte indispensable del camino. Significa hacer un trabajo intenso, constante, dirigido, controlado, voluntario… pero que no implique un sufrimiento, malestar, molestia, o gran incomodidad. Es recomendable el factor disfrute, unido al esfuerzo, porque disfrute y sufrimiento no se llevan nada bien.

¿Verdad que sirven los mismos puntos para muchos públicos?

Porque la vida, en realidad, es un Camino.

«Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa.» Mahatma Gandhi

 

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